Frutas Tropicales del Pueblo de Cata

Esta tierra nuestra, exuberante y lujuriosa, que fue confundida por los colonizadores europeos con el paraíso terrenal, tiene en los frutales un símbolo de su riqueza.
Como país tropical nos caracterizamos por la variedad y diversidad de seres vivos. La multiplicidad de plantas y animales siempre ha constituido una base de recursos que el hombre ha utilizado para sustentarse, y ha formado parte del patrimonio ambiental de nuestros pueblos, de esa riqueza que, transmitida de generación en generación, es base de nuestra existencia como nación.
Los frutales en su estado silvestre fueron el sustento de los pueblos recolectores. En su estado semi-silvestre han estado cerca de la gente, tolerados, aupados o permitidos por sus beneficios. Una vez considerados cultivos son propagados y cuidados, constituyendo la base de la economía de numerosos países.
El patrimonio ambiental que los frutales representan puede crecer o disminuir: el mango, que no es un frutal autóctono de las regiones tropicales americanas, fue felizmente adoptado, y ya nadie se acuerda de que vino de la lejana India. Este frutal que ayer fue introducido hoy forma parte de nuestra tradición. Pero también los frutales pueden perderse, sobre todo si caen en el desuso y en el olvido. Esto puede pasar con los frutales autóctonos, sobre todo con aquellos que no se cultivan comercialmente por carecer de suficiente investigación agronómica para respaldar este tipo de producción. También el interés de la industria por procesar algunos tipos de frutas lleva a que sean elegidos, quedando otros de lado, reduciéndose el mercado para ellos y, por consiguientes, la disposición para su producción comercial.
Se conocen como frutales menores aquellos que, siendo autóctonos o introducidos, se cultivan en pequeños espacios cercanos a las viviendas, tales como huertos, solares o patios. Su producción es destinada principalmente al consumo doméstico. Durante muchos años ellos han contribuido con nuestras tradiciones, pero la transformación de la economía venezolana de agraria a petrolera, y el cambio de los patrones de vida hacia un estilo cada vez mas urbano, han llevado a su desconocimiento y desuso por las nuevas generaciones. Algunas de las causas que han contribuido a generar esta situación son: la modificación de los espacios urbanos donde la tierra es cada vez mas costosa y hace difícil la existencia de patios o solares; el cambio de los factores ambientales en las ciudades-luz, temperatura, humedad- y la preferencia por el consumo de frutos exóticos.
Frutales e identidad
En el trópico disponemos de una oferta ambiental muy amplia, entre las cuales se encuentran numerosos recursos botánicos. Con el transcurso del tiempo es cada vez menor el número de plantas que utilizamos en nuestra vida diaria. Esto es particularmente cierto en el caso de las frutas tropicales, puesto que de los aproximadamente tres mil tipos comestibles que existen, apenas un centenar forma parte habitual de nuestra dieta.
La existencia de tal variedad de frutos tropicales comestibles tiene expresión en las diversas manifestaciones de la cultura popular tradicional: leyendas, cosmogonías, ritos, creencias, recetas de cocina, remedios caseros, juegos infantiles y adivinanzas. Al hacerse nuestra población mayoritariamente urbana, y con un modo de vida cada vez mas alejado del entorno natural, le hemos damos la espalda al conocimiento de nuestro medio y a esa parte de nuestra cultura tradicional que toma como un elemento suyo el saber empírico sobre la naturaleza y su aprovechamiento.
De ese conocimiento ancestral del medio mantenido por las culturas indígenas, hemos perdido el conocimiento sobre múltiples frutos . hoy, las grandes mayorías prácticamente ignoran el uso y aprovechamiento de palmas como el moriche o el Pijiguao. Las culturas agrarias establecidas por la colonización española y portuguesa en América, permitieron la introducción de otros frutales de origen tropical o intertropical: mango, tamarindo, cambur, granada, grosella, membrillo, coco. Además, lograron la sabia asimilación de muchas frutas utilizadas por nuestras culturas indígenas. El desarrollo de una cultura urbana no solamente ha hecho distante el conocimiento de nuestras frutas aborígenes, sino de muchas de aquellas frutas vinculadas a las culturas agrarias. El desconocimiento creciente y la falta de implicación con el entorno natural es reseñado como una realidad latinoamericana por el estudioso brasileño Darcy Ribeiro, quien describe así este fenómeno:
Es nuestra actitud de pueblo que llego aquí ayer, y no conoce la tierra donde babita. Mientras que un indio sabe el nombre, el uso y el misterio de cada animal, planta, piedra, tierra y nube, para nosotros los latinoamericanos todos es un bicho, palo o casa, somos culturalmente una especie de pueblos tabla rasa, desculturizados de aquellos saberes y de aquellas artes tan elaboradas por nuestras matrices indígenas, africanas y europeas…
La ignorancia sobre nuestros frutos es parte de esta situación. Hoy conocemos mas la fruta exótica venida de lejos y cada vez olvidamos mas la fruta propia o que, siendo antiguamente introducida, se hizo parte de nuestra tradición cultural. Cualquier persona de la actual Venezuela urbana conoce una pera o una manzana; sin embargo, muchos de nuestros jóvenes ya no conocen el cotoperì o el ponsiguè.
Este (olvido) de nuestros frutos puede ser un factor que contribuya a su desaparición. En el mundo de hoy miles de especies vivas están amenazadas en su existencia. La reducción del número de especies es un problema ambiental global conocido como perdida de la biodiversidad. Unos recursos botánicos como nuestros frutales tradicionales que hemos venido (condenado al olvido), que no se utilizan, que no se propagan, pueden estar amenazados, siendo posible su desaparición. Preguntas contra el olvido
De esos miles de tipos de frutas tropicales comestibles que existen, de ese patrimonio ambiental que representan nuestras frutas tradicionales, ¿Cuáles no estarán en la memoria de nuestros nietos? ¿Qué estamos perdiendo con ellas? ¿Qué podemos ir haciendo?

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