Obra Pía Chuao y Cata y sus vínculos.

El régimen que imperaba en la plantación merece especial comentario, porque es un índice revelador de las modalidades del trabajo esclavista en una hacienda de Venezuela Colonial. Sobre este problema el documento mas importante es el texto denominado instrucciones para la hacienda promulgado en 1767 por el Patronato de la Obra Pía. Esas instrucciones reglamentan minuciosamente las labores y la vida en general de los esclavos adscritos a la plantación, se aplican de modo permanente hasta la época republicana y señalan normas sobre la administración de la hacienda, sistemas de trabajo, formas de castigo, recolección de las cosechas, relaciones y participación de la producción del Valle en el mercado interior venezolano.
En sus primeros artículos, las instrucciones ordenan al teniente de Justicia, Francisco de Vega, “procurar el remedio de los actuales males que padece la Obra Pía con los hurtos de sus frutos, revolución de sus esclavos, falta de subordinación y otros gravísimos inconvenientes”. Conjuntamente disponen el nombramiento de un mayordomo, “persona blanca y de la mejor conducta que ha podido encontrarse”, quien a las órdenes del teniente de Justicia y “si otro arbitrio que el de presentar ante el patronato lo que le parezca conveniente” puede utilizar desde “los medios más suaves y prudentes” hasta “azotes y prisiones con que son corregidos los esclavos en todos los trabajo se iniciaba a la cuatro de la mañana. A esa hora se levantaban los esclavos al toque de campana y después de rezar en el patio principal de la hacienda, bajo la dirección del mayordomo y de dos mandadores, hasta “rayar el dia” comenzaban a realizar “el trabajo que llaman de fajina, según las ocurrencias del tiempo”, cuya fajina duraba hasta las ocho de la mañana, “cuando se les fijaban las tareas, sin permitírseles flojear para que acabándolas temprano, les quede bastante tiempo para trabajar en sus conucos.
Estas tareas fueron reglamentadas a partir de 1767 por a juicio del Patronato de la Obra Pía en Chuao los esclavos no hacían “ni la cuarta parte del trabajo a que son obligados” en otras haciendas. En este sentido, se dispuso que la tarea que debía realizar cada esclavo diariamente consistía en limpiar y desyerbar entre ciento treinta y ciento cincuenta ventanas, entendiendo por ventana el espacio de siete varas en cuadro que existe entre cuatro arboles de cacao; a las esclavas correspondían cien tareas y a los niños y niñas “trabajo en proporción a su edad” regulándolos “por su fuerza”. Las instrucciones precisaban que “se observará por política invariable, que la tarea que se diere se ha de sacar y bien hecho el trabajo y a la hora competente, y el que no lo hiciere, se corrija con azotes, pues en permitiendo lo contrario, por una vez que sea, ninguno sacará aquella tarea aunque sea muy regular”. Después de terminar la tarea los esclavos continuaban trabajando en sus conucos, en los que cultivaban plátanos, yuca, maíz, arroz, frijoles, caraotas, ñames, batatas, ajonjolí, árbol de pan, etc., para su subsistencia y “también para vender y costear el vestido, como sucede en todos los repartimientos bien ordenados”. Los administradores mayordomos y mandadores, “con todo rigor”, obligaban a los esclavos a tener los conucos “bien labrados y surtidos de todas plantas cadañeras”, porque así evitaban que estuvieran “ociosos y ocupados en sus maldades”, contra “la subordinación total y sumisa obediencia de los inferiores a los superiores (….) de los esclavos a los amos”.
Los conucos fueron redistribuidos en 1767 a razón de uno por cada jefe de familia, fuera de los limites de la plantación de cacao y no como había ocurrido hasta entonces (….) ocupando (los esclavos) malamente y con desórdenes tierras muy útiles (…) que deben plantarse de cacao”. No se le permitió a los esclavos además de los plátanos y plantas cadañeras que continuaran cultivando ni un árbol de cacao, castigados severamente al que violara esta norma, porque “todos los males que ha experimentado la Obra Pía y experimental al presente, han dimanado de habiendo impedido como debieron, el que los dichos esclavos plantaran cacajuales siendo como es prohibido por la misma fundación de la Obra Pía”.
Los Esclavos y el desarrollo de la Plantaciones.
Esas arboledillas o haciendillas (que, como hemos señalado anteriormente, consistían en pequeñas labranzas de caco, cultivadas por los esclavos, los cuales les permitían acumular algún dinero para comprar su libertad), fueron arrebatadas a sus poseedores y consideradas como parte de la plantación, porque en el Valle de Chuao no había “mas hacienda, ni pertenencia que la de la Obra Pía”, y (…) porque las haciendillas que tenían los esclavos para alcahuetear sus huertos y dar derechos a las extracciones, se le han tomado enteramente por acuerdo de este Patronato, y corren todos a cuenta de la misma Obra Pía. Cualquier cacao que se encuentre extraviado por cualquier parte de dicho Valle, (…) deberá restituirse a la troja de la Obra Pía como cosa ciertamente hurtada que en todas partes clama por su dueño.
El cacao cosechado en las haciendillas, además del que lograban robar, lo vendían los esclavos a los maleteros de Aragua. Las instrucciones persiguieron y prohibieron como ilícitas estas relaciones comerciales, realizadas fundamentalmente a base de trueque; en el mismo sentido prohibieron el ingreso al Valle de Chuao de cualquier persona extraña a la Obra Pía, fuera esclavo o libre, de cualquier sexo o edad, y por esta razón debían mantenerse vigiladas “con el mayor cuidado las dos salidas de Chuao (…) la del mar y la de tierra al pueblo de Turmero y a los Valles de Aragua”. Los esclavos tenían obligación, so pena de azotes, de informar sobre cualquier persona que llegara a sus viviendas, a la que tampoco podían dar posada ni admitir bajo ningún concepto. Para evitar el mas leve contacto con los negros cimarrones que merodeaban en las montañas de la Costa, hacia los Valles de Aragua, no se les permitía salir del repartimiento si no era para el trabajo que realizaban en la plantación, en sus conucos o en los conucos de los mandadores que también tenían que cultivar. Para salir del Valle de Chuao los esclavos también tenían que estar provistos “de un papel de licencia firmada por el señor Teniente y Mayordomo” pues el gobernador y todas las justicias, a solicitud del Patronato de la Obra Pía, tenían indicaciones de detener “como fugitivos a todos los esclavos de Chuao que no lleven dicha licencia”.
La incorporación de las haciendillas de los esclavos y manumisos al domingo de la Obra Pía de Chuao incremento el área de cultivo de la plantación y, en consecuencia, la producción controlada por la administración. Pero la aplicación de esa disposición de las instrucciones de 1767 no eliminó el sistema de haciendillas, porque éste constituía una formula usual, ya lo hemos indicado anteriormente, en Venezuela colonial para valorizar las tierras vírgenes mediante el trabajo extra de los esclavos. De modo que, incorporadas las zonas que ya estaban en producción, surgían otras en terrenos selváticos con o sin la autorización del administrador, de los mayordomos y mandadores.
En 1771, el Patronato de la Obra Pía resolvió anexar a la plantación las haciendillas de los esclavos desarrolladas a partir de 1767. Esta medida ocasionó numerosas protestas y hasta intentos de rebelión porque, como ya hemos indicado varias veces, el trabajo extra realizado por los esclavos estaba destinado a obtener la manumisión. La oposición de los esclavos determinó que el Patronato modificara su decisión inicial y resolviera comprar las arboledillas, lo cual tampoco fue aceptado por una parte de los esclavos y libertos, según se desprende de un acuerdo fechado el 17 de septiembre de 1771 y firmado por Francisco Tovar, arcediano de la Iglesia Catedral, fray Alberto de Ochoa, guardián del Convento de San Francisco, y Martin Tovar y Blanco, alcalde de primera elección, quienen entonces formaban el Patronato de la Obra Pía de Chuao.
El intento de rebelión de los esclavos y libertos de Chuao (quienes contaron con el apoyo de los negros cimarrones que merodeaban por la región), fue un movimiento de cierta significación, tanto que para frustrarlo el Patronato de la Obra Pía aplicó sanciones drásticas contra los revoltosos: veinticuatro esclavos fueron “vendidos como sobrantes”, sus arboledilla valoradas en conjunto en 2.329 pesos y 5 reales, y a los libertos Julián Cayetano y su mujer, calificados como “cabezas de cimarrones” se les inicio un largo juicio que concluyó en una injusta sentencia que les arrebató sus bienes y les condenó a “regresar a la condición de esclavos”, siendo vendidos y remitidos como tales al Puerto de Veracruz, en México.
El negro liberto Pedro Pablo también fue considerado como uno de los principales instigadores “de la insubordinación de los esclavos contra el dominio natural de sus amos” en el Valle de Chuao y “por el grave perjuicio que causaba al repartimiento y a la Hacienda de la Obra Pía, ocultando los hurtos de los esclavos, entrando con ellos y haciéndole sus negociaciones, fue mandado a lanzar en muchas ocasiones del Valle de Chuao (…) aunque siempre se ha quedado en el Pueblo de Turmero (…) comunicándose, tratando y contratando con los esclavos.
El Patronato de la Obra Pía de Chuao acusó al liberto Pedro Pablo de ser al agente e inspirador de los negros cimarrones que merodeaban en la región y responsable de la fuga de treinta y cuatro esclavos que prefirieron fugarse antes que aceptar el avalúo que se había hecho de sus haciendillas. La acusación fue llevada en última instancia hasta el Gobernador y Capitán General, autoridad que resolvió expulsar del territorio venezolano a Pedro Pablo y su familia y remitirlos en calidad de esclavos al Puerto de Veracruz, donde serían incorporados a trabajar en las obras públicas… Los casos de los libertos Pedro Pablo, Julián Cayetano y sus familiares son significativos, porque presentan muestras de un fenómeno: la pérdida de la libertad adquirida por manumisión y el regreso a la esclavitud como sanción impuesta por el Estado.
Con el aporte de las haciendillas, resultado, insistimos, del trabajo extra de los esclavos y del trabajo permanente de los manumisos, el área de cultivo se incremento hasta duplicar el número de árboles, la producción y la mano de obra incorporada a las plantaciones. A pesar de la limitada productividad característica de una hacienda donde dominaba un régimen económico de esclavitud, en las últimas décadas del siglo XVIII, Chuao evolucionó hasta transformarse en una hacienda donde anualmente, en promedio, se cosechaban más de quinientas mil libras de cacao, que no llegaban a ingresar todas al mercado, debido a los gravámenes eclesiásticos que absorbían una parte de la producción. Evidencia de su progreso lo constituían cerca de cien fanegadas grandes, cultivadas con 82.047 árboles de cacao sembrados (…) “a trece y catorce tercias, según la calidad de la tierra”, de acuerdo con inventario levantado en los primeros años del siglo XIX.
La plantación incorpora mano de obra esclava al proceso productivo, participa en el mercado interior de esclavos y exporta “piezas de esclavos” para otras colonias Hispanoamericanas. En efecto, en 1736 fueron extraídos de Chuao con destino a Veracruz, México, siete esclavos, de los cuales fueron vendidos solamente cinco por 1.100 pesos, porque uno murió en el traslado, cerca de Orizaba, y otro no logró cotización en el mercado debido a su estado de salud. Estos esclavos se llamaban Joseph Soledad etc. Los compradores fueron Pedro de Rojas, quien adquirió dos por 330 peso; Pedro Pino Rivero, quien compró uno valorado en 250 pesos; Juan Francisco de Aguilera recibió uno por 250 pesos y Domingo Canaliso compró la esclava Margarita por otros 250 pesos. Los gastos de conducción, medicinas, hospitalización, certificación y escritura de la venta ascendieron a 193 pesos y 4 reales.

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